
Postergar una decisión solo la hace más difícil de tomar después.
Y sí, ya sé lo que estás pensando: “No hay que apresurarse”.
Estoy de acuerdo. Pero no estoy hablando de actuar sin pensar.
Hablo de evitar lo inevitable.
De dejar que los problemas crezcan como bolas de nieve hasta que ya no puedas con ellos.
Porque pasa, ¿a poco no?
— Una relación que sabes que ya no va. Entre más te quedas, más se encariña la otra persona.
— Un trabajo que ya no soportas. Entre más te aferras, más miedo te da salir.
— Una casa que ya no te llena. Entre más pasa el tiempo, más raíces falsas crecen.
Y así, lo que al principio era una piedrita en el zapato, termina doliendo como fractura.
La verdad es que tú ya sabes lo que quieres.
Lo difícil no es decidir.
Lo difícil es aceptarlo.
No necesitas más tiempo.
Necesitas más valor.
¿Qué decisión llevas postergando demasiado? Te leo abajo 👇
Suscripción
Si te gustó esta reflexión y quieres recibir más cada martes, suscríbete aquí:
Más de El Camino Interior
Sigue explorando temas como este: