
La semana pasada, mientras miraba el reloj por enésima vez en la oficina, me pregunté:
¿Cuándo fue la última vez que hice algo sin buscar un resultado?
No una tarea, ni una meta. Algo simple. Algo que solo ES.
Me acordé de un momento reciente en el que, sin planearlo, me dormí mirando cómo los árboles bailaban con el viento desde la ventana. No estaba haciendo nada. Solo… estaba. Y me sentí, por un momento, libre.
🔍 La trampa del “homo laborans”
Byung-Chul Han describe al ser humano contemporáneo como un animal laborans: una criatura que se define a sí misma por lo que produce.
No por lo que es. No por cómo ama. No por lo que contempla.
Solo por lo que hace. Y más aún, por cuánto rinde.
Vivimos convencidos de que si no somos útiles, no valemos.
Y así vamos… sumando tareas, métricas, resultados… hasta perder el sentido de quiénes somos cuando el Excel se cierra.
🌱 Heidegger y el arte de simplemente ser
Heidegger no da soluciones fáciles. Pero nos deja una clave poderosa:
El Dasein, ese “ser-ahí” que somos, no está hecho para la productividad, sino para la presencia.
No necesitas renunciar al trabajo ni mudarte al bosque (aunque a veces suene tentador).
Solo necesitas recuperar espacios donde no tengas que ser nadie más que tú.
Una caminata sin música
Un rato sin planear nada
Una conversación sin mirar el reloj
Quizá la pregunta no sea si te gusta tu trabajo o si deberías buscar otro.
Quizá la pregunta importante es:
¿Quién estás dejando de ser por estar siempre trabajando?
🌱 ¿Y tú?
¿En qué momento del día puedes simplemente estar sin hacer?
Te leo en los comentarios 👇
La importancia de “estar presente”.
Gracias por recordármelo 🥹🫶🏻