💡 Una Cita
“Puedo ponerme triste, puedo frustrarme y puedo asustarme, pero nunca me deprimo, porque hay alegría en mi vida.”
— Michael J. Fox
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🙋♂️Una historia personal
Recuerdo esas noches en que me quedaba hasta la madrugada jugando Pokémon en mi Game boy Advance SP. Una revolución para la época, porque tenía luz integrada que te permitía jugar en lugares con poca iluminación.
Mi mamá, a pesar de ser muy religiosa, me permitía ver Pokémon en una época en que se creía que era una caricatura del mismísimo Satanás. Tenía el CD con el soundtrack oficial de la película, una playera mal impresa de Pikachu y una ridícula cantidad de juguetes de plástico piratas que se podían conseguir a 3 pesos en el mercado de la colonia.
No me interesaba tanto la trama del anime, o siquiera aprender a pelear competitivamente. Hasta hace unos años descubrí que había torneos de batallas Pokémon, a un nivel tan avanzado e intelectual como una partida de ajedrez. En aquel entonces me emocionaba la idea de pasearme por el mundo ficticio atrapando creaturas. Mi objetivo era atrapar a todos los Pokémon que salían en el juego, porque ese era el lema del anime “Gotta catch’em all”.
Me encantaba ver caricaturas y jugar videojuegos. Era lo que hacía todo el tiempo. Veía todos los Nicktoons seguidos uno tras otro. Saltaba de emoción cuando La vida moderna de Rocko salía al aire.
Le prometí a mi yo-niño que jamás dejaría de ver caricaturas. Le fallé.
Recuerdo claramente cómo la imaginación se apagó un día mientras jugaba con mis juguetes. De pronto Flash ya no corría rápido, mis caballeros del Zodiaco tenían la armadura descolorida y mi Max Steel parecía una Barbie. Recuerdo cómo metí mis juguetes a una caja para nunca más volverla a abrir.
Lo mismo pasó con mis videojuegos. Dejé de jugar Pokémon para aventurarme en el mundo de El señor de los anillos y Star Wars.
Mis Nicktoons cambiaron por novelas en la televisión, porque era de lo que todos hablaban en la escuela. Así, en un instante, había crecido y al mismo tiempo se había difuminado mi creatividad.
Años después, la industria decidió apostarle a todos los niños de los 90, porque ahora ellos están en sus treinta, con dinero y con la nostalgia a flor de piel. La nostalgia vende, y vende muy bien.
Así es como Pokémon sigue vigente siendo la franquicia más valorada del mundo. También vimos reboots de series cómo Dragon Ball, o películas como La vida moderna de Rocko en Netflix, musicales como Matilda o Mean Girls. En fin.
🧘♂️ Una reflexión
Es fácil anhelar el pasado. O más bien, anhelamos esos momentos en que éramos felices. Claro que nos acordamos de las cosas malas que nos pasaron, pero esas experiencias tratamos de olvidarlas (o reprimirlas). Nos gusta recordar ese pasado feliz donde salías con tu papá al Blockbuster para rentar una película de estreno y comer una pizza mientras la veías. Anhelas ese momento cuando tu familia era perfecta por un par de horas.
Así que es muy fácil caer en la trampa de la nostalgia. Realmente no extrañas esos productos que consumías cuando eras niño, extrañas las sensaciones que esos productos te hacían sentir. Te conectas con una versión idealizada tuya.
He de confesar que yo he caído en esa trampa. Sigo jugando Pokémon hasta la fecha, porque cuando disfrutas algo, ¿Por qué dejarías de hacerlo? Quizá por nostalgia, o quizá para evadir mis responsabilidades, pero al menos en esos momentos, me entrego a mi niño interior y le soy fiel.
La nostalgia puede jugarnos en contra y mantenernos tirados en el suelo, porque te enfocas tanto en esos momentos felices que comienzas a aborrecer tu vida del presente.
¿En qué momento te hiciste más aburrido? ¿Qué pasó para ser tan amargado?
Pero no tiene que ser así. La nostalgia no se va a ir; es como un mecanismo que está bien instalado en nuestra mente. Vamos a recurrir a la nostalgia cuando algo no está del todo bien en nuestra vida. Especialmente aparece cuando tienes mucho tiempo para pensar. Podemos convertirnos en prisioneros de nuestra propia mente. Cautivados por los tesoros del pasado.
Sin embargo, la puedes utilizar a tu favor:
Conexión emocional
Gracias a la nostalgia puedes conectar con tus emociones de una manera diferente. Sentir tristeza o enojo no son cosas malas. Al contrario, te hace recordar que eres humano y las emociones son una parte fundamental de quién eres.
Utiliza la nostalgia para reconectar con esas emociones que te hacen sentir bien y recuerda que así como en el pasado, todo estará bien.
Fortalecimiento de la identidad
Recordar a tú “yo” del pasado te permite observar el camino que has recorrido hasta la fecha. Todas tus experiencias han sido aprendizajes, resultado de errores, experimentos y conocimiento. Durante la juventud nos equivocamos mucho, pero gracias a esas experiencias estás donde estás ahora.
Propósito
Cuando recuerdas momentos valiosos del pasado, eres capaz de identificar cuáles son esas circunstancias que te motivan a seguir vivo. Quizá es la interacción con una persona en específico o son actividades que disfrutabas hacer todo el tiempo. Al final, la vida se trata de eso: explorar, experimentar, crear experiencias.
Reconecta con el pasado para que puedas volver a sentir la energía vital dentro de ti.
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Una visión más amplia de la existencia, al comprender que hay algo mayor que nosotros mismos.
La nostalgia es una forma de conectar con una parte de nosotros mismos que sentimos perdida en el tiempo. Nos anclamos a esos recuerdos porque en ellos hallamos una versión más pura y auténtica de nuestras emociones. Es cierto que lo que echamos de menos son las sensaciones que nos producían... y eso vende, pues sí.
Me has hecho sentir leyéndote uno de esos momentos de la vida que aparece en tu pantalla: recuerdo desbloqueado. Mi primer pokemon fue el amarillo, en una game boy a color. Mi madre también pensaba que eran pequeños demonios que iban a hacer que me tirara por la ventana queriendo volar y tenía limitado jugar, media hora al día después de hacer la tarea del colegio.
Es cierto que conforme vamos creciendo, vamos apagando a ese niño interior. Casi haciéndole sentir que no lo necesitamos, qué equivocados estamos. Somos lo que somos gracias a él.
Gracias por compartirlo.