
Después de una sesión de meditación, la monja—aunque ella prefiere que le digamos Shifu (Maestro del Dharma)—nos contó brevemente la historia de Xu-Yun.
Shifu muy emocionada, resaltó que Xu-Yun podía meditar por varios días consecutivos sin la necesidad de comer o beber nada. Además, atribuía que logró vivir 119 años gracias a su práctica constante de la meditación.
Verás, no dudo ninguna de esas aseveraciones que, para algunos, pudieran ser sorprendentes e increíbles. Mientras ella seguía contando la historia, yo me quedé pensando: ¿Por qué alguien querría vivir 119 años? Además, si el señor se la pasaba semanas ininterrumpidas meditando: ¿Qué sentido tenía estar vivo, si prácticamente no estás viviendo?
Yo no me iba a quedar con la duda, pero tampoco quería levantarme en ese momento y retar a la Shifu. Así que me espere a que la lección terminara y me acerque a ella.
Mientras me acercaba a ella pude notar un olor a sudor impregnado en sus ropas. De cerca pude apreciar cómo un bigote se había formado. En otro contexto le habría criticado su falta de aseo personal, pero en ese contexto era diferente. Cuando alguien está trabajando en su mente con tanta dedicación; el cuerpo pasa a una segunda prioridad.
Como sea, le pregunté directamente por qué una persona pensaría siquiera vivir tantos años. A lo que ella simplemente respondió:
“Ellos (los iluminados) experimentan la vida muy diferente a nosotros”
Jaque Mate. Me encanta que los budistas usan frases cortas con grandes significados.
Justamente el fin de semana pasado nos fuimos a una cabaña con unos amigos y en la quietud del bosque, el frío de la noche y la luz de la fogata les confesé que a mí no me gustaría vivir tantos años. Solté un número sin pensarlo mucho. 75 años. Esa es la cantidad de años que quiero vivir.
Todos ahí comenzaron a criticarme o quizá a preocuparse como lo haría alguien que les acaba de confesar que se quiere desvivir en ese preciso momento. Traté de aclarar que a mí no me gustaría vivir una vida que me invita a usar pañales o estar sentado en un asilo esperando el fin de mis días.
La discusión progresó hasta el punto en que todos los asistentes me comenzaron a clasificar como un suicida en potencia.
En fin, regresando a la respuesta de Shifu, me cayó como un balde de agua fría el saber que mi experiencia en esta Tierra es tan terrible que prefiero morir. Aquí es donde mi reflexión se hace más profunda, porque realmente mi vida es muy bonita y gozo de mucha abundancia. Pero hay un debate constante en mi cabeza todo el tiempo, como si mi mente fuera una prisión y mi “Yo” el prisionero.
¿Cómo poder disfrutar de todas las cosas bonitas de la vida si tu mente te impide poder disfrutarlas?
Quizá por eso me acerqué a los maestros budistas. La promesa de que la meditación puede ayudar a entrenar la mente para tener una mejor experiencia en la vida.
Así que volteé a ver a mis compañeros en aquella sala de meditación. La mayoría sonrientes, pero algunos otros con sus caras de póker. No fue hasta que intercambié palabras con ellos que me di cuenta de que detrás de esa sonrisa se encuentra una lucha interna. Muchos de ellos con hijos, algunos otros con muchos lujos y riquezas, pero todos luchando con esos pensamientos que les impiden disfrutar de esas cosas.
Bueno, al menos eso me hace sentir que no estoy roto. Que hay más personas allá afuera que pueden entender lo que se siente estar en conflicto todo el tiempo, y que a pesar de que la carga es muy pesada, vamos logrando salir adelante y cumplir nuestras metas. Quizá lo importante no es ver todo lo que hemos logrado, sino cómo lo hemos logrado a pesar del conflicto interior.
El otro día, una compañera en el trabajo me preguntó cómo era la vida de una persona con depresión. Yo no oculto mi historia sobre la depresión, pero me tomó por sorpresa la pregunta, porque no había considerado que hay personas que no han experimentado una depresión (o que la sufren y no lo saben).
Es complicado explicar cómo es la depresión. Cuando recuerdo mi vida durante mis periodos depresivos; todos mis recuerdos son de color oscuro o grisáceos. Justo como lo representan en las películas. Pero aquellos recuerdos que fueron bonitos y satisfactorios están llenos de colores vibrantes. No sé si hace sentido, pero vivir en depresión se siente como vivir en un mundo oscuro y frío.
A veces pienso que la depresión nunca se fue, y nunca se irá. Solamente ya no me incapacita tan frecuentemente. Pero estoy seguro de que si mi experiencia en esta Tierra fuera placentera, yo también quisiera vivir 119 años.
Entonces mi misión es trabajar la mente para que todo eso bonito que me rodea, se sienta bonito. Porque solamente de esa manera mi experiencia en esta vida tendrá sentido.
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Tras experimentar la depresión puede convertirse en otra faceta más que conscientemente sabemos que podemos de nuevo experimentarla porque queda latente; prefiero pensar que es asi para conscientemente poner intención en que no vuelva a experimentarla...