
Me encontraba bien plácido viendo el nuevo episodio de Dragon Ball Daima. Si fuiste un niño en los noventa y creciste en México sin televisión por cable, las probabilidades de que hayas visto Dragon Ball son altísimas. Ese fue mi caso.
Actualmente, las grandes productoras están apostándole a la nostalgia. Porque aquellos que eran niños, ahora son adultos con dinero para gastar en sus productos. Así que cuando me enteré de que Dragon Ball estaba creando una serie nueva y que estaría disponible en Netflix, mi niño interior se emocionó.
Así que me preparé algo de comer y me senté en el sillón a ver la nueva aventura de Goku. En ese momento entró mi esposa y me preguntó qué veía. Le respondí y ella contestó:
—Wow, sí eres un niño rata.
Para contexto, el término niño rata surge de los niños que pasan horas y horas jugando videojuegos. Existe una correlación con los Otakus, aquellos que ven animes y manga. En fin, a mi esposa le salió naturalmente decirme eso, y yo simplemente asentí.
Recuerdo mi infancia viendo la tele todo el tiempo. Me gustaba ver caricaturas y por supuesto que Dragon Ball era una de mis favoritas, porque no hay hombre que no haya intentado aunque sea una vez en su vida hacer un Kamehameha o intentar convertirse en Super Sayajin.
En estos días me he puesto a reflexionar en esta idea, porque recuerdo cómo escondía mis intereses, porque las personas me hacían sentir mal por ser diferente.
He tenido diferentes épocas de obsesión por diferentes cosas de las que en algún momento me avergoncé. Tuve mi faceta de Pokémon, de Power Rangers, de Dragon Ball, de los Simpson, de Harry Potter y de Stephen King.
Mis hermanos eran más de salir a la calle a jugar. Yo era más de estar en casa viendo la tele y eventualmente comencé a leer libros y jugar videojuegos. Mis hermanos no podían entender cómo me divertía leyendo todo el día. Tampoco entendían cómo es que no me aburría de jugar una y otra vez al mismo juego. Así que se enfocaron a hacer lo que hacen todos los hermanos: a molestarme.
Así que yo crecí sintiendo culpa de hacer eso que a mí me gustaba, e incluso aprendí a reprimir algunos de esos gustos con tal de ser un poco más normal y ser aceptado en algún grupo de amigos.
Porque hay que aceptarlo, en toda escuela está el grupo de los “raros” que todos critican, pero nadie quiere ser parte, aunque muy en el fondo eres consciente de que podrías ser buen amigo de ellos por los gustos que comparten, pero el estatus social es más importante que demostrar quién eres en verdad.
Yo fui esa persona. Yo critiqué y me burlé de esos niños que no eran para nada diferentes a mí, pero ellos eran auténticos a pesar de las burlas y yo simplemente adopté una máscara para hacerme ver más interesante.
Ahora que soy un adulto que ha madurado (eso espero), puedo verlo desde una perspectiva diferente. Creo que es importante ser auténtico y coherente con nuestras ideas, nuestros sueños y nuestros intereses, porque eso es lo que nos diferencia los unos a los otros, pero a la vez nos une.
Son nuestros intereses los que nos atraen a los demás y lo que nos acerca a esa versión más real de uno mismo.
Sin embargo, esta crítica de la sociedad tiene una fuerte influencia, al menos en mí, porque ahora que tengo tiempo libre y decido sentarme a jugar videojuegos, pierdo la noción del tiempo porque me meto tanto en la dinámica del juego, que cuando me doy cuenta han pasado horas, y ahí viene esa voz interna, muy parecida a la de mamá, que me dice que no debería jugar tanto y que mejor me ponga a hacer algo más productivo. ¿Más productivo? Estoy todo el día en una oficina trabajando para hacer más millonario a una persona que no necesita más dinero, creado estrés gracias a un correo electrónico y peleándome con personas que no me interesan. Así que cuando llego a casa lo único que quiero es tener un momento divertido, porque créeme, estar en una oficina no es divertido.
Pero esta cultura de la productividad me tiene harto. Todo el tiempo me encuentro con un post, un video, una imagen que glorifica el trabajar horas extras, posponer la gratificación, y encontrar métodos y herramientas que te hagan hacer más y más y más. ¿Cuánto es suficiente?
No es una sorpresa que hacer las cosas que te gustan te generen culpa. Esta sociedad nos ha dicho que está mal sentirnos cómodos, que tienes que salir de tu zona de confort para crecer. Pero yo ya me cansé de crecer. Yo estoy bien con lo que tengo. No quiero más. Me he dado cuenta de que entre más cosas poseo, más infeliz soy. Así que me he dedicado a deshacerme de todo lo que me pueda permitir y a disfrutar de cosas sencillas, mundanas y triviales.
La vida es extraordinaria por sí misma; no hay necesidad de estar haciendo cosas extraordinarias todo el tiempo. No nos alcanza el tiempo, el dinero, o la energía. Vivir sucede aquí mismo, en esas cosas simples, ñoñas y, en ocasiones, pendejas.
Me repito constantemente, que esa culpa no es mía. Esa culpa fue heredada, fue aprendida. Así que prefiero disfrutar de otra pelea tonta de Goku contra otro villano muy similar al anterior, aunque ya sé que al final, Goku siempre termina ganando.
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No mi hermano, hay que sentirse parte de la compañia, ponerse la camiseta y sudar lagrimas de esfuerzo, recuerda que sufriendo y esforzandote trabajando 10-15 horas al dia es el sacrificio para merecer, segun la escuela. Obviamente es sarcasmo, que cabron sentirse culpable por lo que uno disfruta hacer no? la musica, las series, los videojuegos, el arte, estar al aire libre. Esta muy demonizado el 'no hacer nada' como parte de 'algo esta mal' que cosa tan mas pendeja. Que buen post te aventaste!
Ufff un pequeño respiro y no sentirse solo en ese tipo de situaciones, realmente me he sentido culpable de estar sentado en mi sillón viendo series o jugando y algo en mi cabeza resuena diciendo que no está mal, pero a veces la presión es grande.... Gracias por tu post.