Tenemos la seguridad de que el sol saldrá al otro día. ¿Pero te imaginas si un día, de pronto, el sol dejara de salir?
Bueno, algo así les paso a nuestros antepasados. Todos sabemos que las culturas antiguas tenían un entendimiento muy avanzado de astronomía. Sus calendarios estaban establecidos alrededor del ciclo del sol.
Pero algo curioso sucede en el solsticio de invierno, el momento en que tenemos la noche más larga del año. Ese momento tuvo que ser aterrador para nuestros antepasados, porque el sol no salió a la hora que debía salir, sino un poco más tarde. Supongo que durante unos minutos habrían pensado que el fin del mundo estaba cerca porque el sol ya no salió.
Pero tan pronto se vieron los rayos salir del horizonte, eso les ha de haber traído mucha esperanza. Y claro, porque durante el invierno no podían sembrar, entonces la promesa de que vendría la primavera y con ella de vuelta a la agricultura.
Así que celebraban el vencimiento del Sol sobre la noche, y esto les permitía saber que todo estará bien.
Hoy en día no es muy diferente.
Eventualmente, la influencia cristiana adoptó esta fecha y se expandió por todo el mundo. Hoy en día, es una fecha celebrada sin importar si eres o no cristiano. Uno toma las vacaciones igualmente, ¿no?
La Navidad tiene esta esencia muy bonita, donde las familias se reúnen y comparten las experiencias del año. Es una época de esperanza y renovación, porque cómo el Sol que vuelve a salir al otro día, nosotros también nos podemos levantar a pesar de los golpes que nos da la vida.
También nos renovamos, porque la única manera de seguir adelante es tomando responsabilidad de nuestra vida, y los cambios asociados a esa mejora que estamos buscando.
Verás, la Navidad para mí es un tema complicado.
Todos esos eventos canónicos de mi vida han sucedido en estas épocas. Así que cada vez que la temporada se acerca, algo dentro de mí se activa y comienza una lucha emocional interna.
La idea de estar reunidos en la casa de la abuela abriendo regalos, comiendo pavo y tronando cuetes se parece un poco a los comerciales de Coca-Cola donde todos sonríen y se abrazan, mientras, por alguna razón, muestran a un oso polar tomando Coca-Cola.
Yo a veces pensaba, ¿Qué tiene que ver un oso polar en México?, o ¿Por qué esa familia no se parece a la mía? Y eso es, porque no todos crecimos en familias “normales”. Así que muchos vamos por ahí haciéndole feo a la Navidad, porque no tenemos ese tipo de experiencia que las películas nos muestran.
Si bien, son momentos en que la mayoría de las personas tienen la facilidad de viajar y pasar el tiempo con la familia, esa historia no es algo que yo he podido experimentar personalmente. Al menos desde hace unos años para acá, cuando mis primos y mis hermanos comenzaron a hacer su propia vida.
La gente crece y van desarrollando sus propias vidas; entonces comenzamos a despegarnos de la familia, porque ya tienen otra familia. Y no lo digo de una manera negativa, al contrario, que bonito que ahora ya tienen una familia con la cual puedan crear sus propias tradiciones.
Pero no te voy a mentir, a pesar de eso, me gustan muchas cosas de esta época. Principalmente la comida. Me encanta comer todo aquello que me reservé todo el año para dejarme caer en esta fecha.
El año pasado fue nuestra primera Navidad como casados, y las circunstancias de la vida nos dejaron encerrados en un hotel viendo películas toda la noche. Fue una Navidad un tanto extraña, pero es verdad que la compañía de mi esposa y el descanso se sintió como la gloria.
Este año no será muy diferente, porque las mismas circunstancias de la vida nos están orillando a no tener planes. Algo muy difícil para mí, tengo que aceptarlo. Sin embargo, estas experiencias me han dado a entender de que no existe la Navidad perfecta. Cada familia o cada persona tiene una historia diferente de lo que se supone que se debe hacer o no en Navidad. Aunque durante muchos años sentía esa presión de “hacer algo bonito para Navidad”, la verdad es que muchas veces la vida te pone obstáculos que impiden que sea como uno lo imaginó.
Cuando me planteé escribir este texto no sabía muy bien qué decirte. Creo que todos estarán escribiendo sobre lo bonita que es la Navidad, y vaya que lo es, pero no perdamos de vista que también son momentos muy nostálgicos que nos hacen recordar aquellas personas que ya no están. También son momentos de reflexión, porque es cuando nos presentamos ante nuestros seres queridos y les contamos cómo nos ha ido en la vida.
En mi caso, recordar a esas personas que murieron hace años, todavía duele y no puedo evitar sentirme triste durante esos días. Pero ese mismo recordatorio me hace voltear a ver a quienes sí están aquí, porque yo sé que eventualmente ya no estarán aquí, entonces me motiva a pasar tiempo con aquellos que amo.
Llego a la conclusión de que no importa si paso la Navidad solo, encerrado en un hotel o rodeado de gente querida. Todo eso es una carga social que no voy a permitir que afecte mi estado de ánimo. Aquello que haga está bien. Me gustaría darte ese mismo mensaje: No sé qué estás pasando, pero no te sientas mal si tu vida no parece un comercial de Coca-Cola, eso es solo una fantasía.
En medio de esta reflexión, quiero invitarte a perdonar y a estar agradecido.
El perdón nos da la posibilidad de enmendar situaciones. Esas personas que hablaron mal de ti, o que te afectaron de alguna manera. Pero también perdonarte a ti, por haber actuado de una manera que va en contra de tus valores.
Si no eres capaz de perdonar, nunca podrás crecer porque estarás atado a esas circunstancias. No puedes llenar tu taza de té si no has vaciado el té anterior.
En el caso de la gratitud, es importante agradecer por aquello que tienes y aquello que no tienes. En la medida en que seas agradecido, vas a ser capaz de tener paz y tranquilidad, porque te darás cuenta de que aquello que tanto anhelas, ya lo posees.
Te deseo una feliz Navidad, sin importar cuál es el contexto o la situación que estés pasando. Recuerda que el Sol sale al otro día, aunque a veces le toma un poquito más, pero siempre sale.
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