Amor fati: Aprender a amar el destino y encontrar la grandeza en la aceptación
Cómo la filosofía estoica y la idea de un plan superior pueden ayudarte a vivir con mayor paz y tranquilidad.
El libre albedrío es una ilusión; el destino es real.
Una de las ideas que nos enseñaban en las clases de catecismo del colegio era que el libre albedrío era un regalo que Dios nos había hecho a la especie humana. Nunca lo cuestione porque efectivamente siempre había sentido que tomaba mis propias decisiones.
Hasta que hacía cosas sin saber por qué las hacía.
El destino se antepone ante la idea del libre albedrío, porque tiene la característica de ser rígida. El destino está escrito y eso representa un gran problema para el ser humano. Si todo está predeterminado; ¿qué sentido tiene vivir?
Ese conflicto lo llevé a mi cama durante años. Ante la idea del destino, todas mis enseñanzas y creencias se veían afectadas. Esa idea solamente alimentaba mi crisis existencial a un punto donde no le veía ningún sentido seguir vivo.
La relatividad
Creer en el destino es creer en un plan divino. Que todas las cosas que suceden es porque así tenían que suceder. La teoría de la relatividad de Einstein hace énfasis en la relatividad del observador. Es decir, que el tiempo pasa diferente dependiendo del observador. Como ser humano, tenemos la capacidad de ver el tiempo desde una sola perspectiva: segundo a segundo; pero eso no significa que el tiempo tenga su propio ritmo, es decir, todo sucede al mismo tiempo.
Si todo sucede al mismo tiempo, eso significa que mi nacimiento, mi vida y mi muerte convergen en un solo punto en la existencia. Un punto infinitamente pequeño en la línea del tiempo de la historia de la humanidad. Así de pequeños, cortos e irrelevantes somos para el mundo… ¿No?
La razón universal
Los estoicos creían que todo lo que ocurría en el mundo obedece a una razón lógica—la razón universal—, por esa razón, lo bueno, lo malo, el sufrimiento, el placer es necesario.
Es necesario porque no podemos escapar de las vueltas que da la vida. No es real pensar que estaremos felices todo el tiempo. La vida puede dar giros inesperados en cuestión de segundos.
Bajo esta idea surge Amor Fati —ama el destino—, lo cual nos lleva a aceptar incondicionalmente lo inevitable. Es un constante recordatorio de que los acontecimientos son necesarios para avanzar en nuestra vida.
Mi fórmula para la grandeza en un ser humano es el amor fati: que uno no quiera nada diferente, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni en toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y aún menos ocultarlo; todo idealismo es mentira frente a lo necesario, sino amarlo.—Nietzsche
¿Entonces, el destino está escrito o no? No sé. Yo quiero pensar que sí, porque eso me quita una gran carga de encima. Soy un controlador, y cuando las cosas no salen como yo quiero, la paso muy mal. Saber que no tengo el control me tranquiliza, especialmente cuando las cosas no van de todo bien.
Me gusta pensar que todo es parte de un plan superior o divino, pero también tengo que hacer mi tarea aquí en el mundo terrenal; esa es mi parte del libre albedrío. Yo me hago responsable de lo que está bajo mi control, y aquello que no, se lo confío al universo, a Dios o al alien.
Acepta la realidad sin luchar contra ella. Encuentra significado aún en el dolor.
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Es interesante que la idea de Nietzsche sea invocada por el Estoicismo.
Sumo otro concepto a tu reflexión, Christopher. La idea de la "cláusula de reserva" (hupexhairesis), un concepto que Marco Aurelio invoca varias veces en sus "Meditaciones" y que Epicteto describe en sus "Disertaciones": llevar a cabo cualquier acción aceptando que el resultado puede no estar enteramente bajo nuestro control.